Gracias muñeca, le dije
Al rato me trajo mi almuerzo muy diligente y deslizándose como gacela entre
las mesas y sillas. Era temprano y casi no había gente en las mesas contiguas.
Disfruté de la deliciosa sopa y del rico arroz con pollo.
Pagué no sin antes agradecerle y le sonreí.
Casi siempre iba pero no siempre venía y tenía la suerte de que me
atendiera con esa amabilidad de querida de ángel de la guarda, de mujer sumisa,
atrevida y saltarina.
Escuchaba sí, su voz algo chillona, de amante sumisa o dominada; de murciélago
motivada. Que circulaba como el viento por las mesa, sillas y comensales… Cuando sonreía resaltaba su diente de oro.
Pero, aquel día me atendió.
Hola nena, que hay de almuerzo.
Todo rico como usted, me dijo
No quieres tenerme rico en tu cama?
Me preguntó triste, viéndome retirar, creo que incrédulo.
………….
pedro López ganvini
pedro López ganvini
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